Jacinto Domínguez
Jacinto Domínguez
En el 1903, según el censo de la presidencia de Carlos Morales Languasco, la ciudad de Santiago contaba con 12 cocheros, 13 dementes, 2 ciegos, 15 pordioseros y un pintor al óleo que no puede ser Juan Bautista Gómez, puesto que este estaba en Francia y regresó en el 1920. Tampoco puede ser Yoryi, quien nació en el 1906. Ese censo-inventario se mantuvo casi inalterado para el 1935 cuando a Jacinto Domingo lo sacó una comadrona del vientre de su madre.
La llegada de Jacinto se fortalece y da continuidad a la llamada Escuela de Santiago, formada por Yoryi, Izquierdo, Mario Grullón y Negro Disla, quien se fue a New York a finales de los años 50.
Aunque Jacinto continúa con los temas que caracterizaron al grupo, las costumbres del Cibao, sus paisajes, su gente, intelectuales o locos, se aleja considerablemente al adoptar técnicas más novedosas que el impresionismo. Domínguez fracciona sus figuras e incluye en sus composiciones unas tajadas triangulares, geométricas que aparecieron por primera vez en los murales de Zanetti quien las había adoptado por influencia de Picasso.
La historia ha demostrado que las Bellas Artes contribuyen a dignificar el espíritu, bajar la delincuencia, aumentar la seguridad, paz y armonía de las sociedades.
De la misma forma que París tiene su museo L’Orangerie, que expone exclusivamente las obras finales de Monet para disfrute del pueblo, además de recaudadora de recursos de las visitas de turistas, hemos podido tener uno con parte de la obra de Domínguez, Yoryi, Izquierdo con una inversión tanto de los hombres de negocios como del Estado. Claro, cuando superemos el Estado Feudal mental en que vivimos.
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